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La gran banca española, compuesta por Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell, Unicaja Banco y Bankinter, está obteniendo en este 2023 unos beneficios históricos lo que ha levantado su rentabilidad y la ha posicionado entre las primeras de Europa. Esta situación se debe, fundamentalmente, a las sucesivas subidas del tipo de interés realizadas por el Banco Central Europeo a lo largo del año para intentar contener la inflación, así como por la contención de gastos de explotación, que en gran medida se debe a la progresiva digitalización de procesos y a la racionalización de los gastos que las entidades españolas están llevando a cabo desde hace años, situando sus ratios de eficiencia muy por debajo de los del resto de bancos europeos.

Sin embargo, el 2024 la gran banca española tendrá que enfilarlo con suma prudencia, dado los elevados niveles de incertidumbre y volatilidad con los que habrá que convivir. El reciente conflicto Israelí-Palestino, unido a la guerra de  Rusia con Ucrania y otras tensiones geopolíticas existentes, disparan aún más los fantasmas de subidas de precios de materias primas fundamentales, como el petróleo, entre otros aspectos macroeconómicos. Todo ello apunta a que la inflación será difícil de doblegar en los próximos meses y, por tanto, los bancos centrales seguirán con su política de mantenimiento e incluso de ligeras subidas de los tipos de interés en los próximos meses, no vislumbrándose una reducción de los mismos en el corto-medio plazo. Esto puede conllevar a una recesión económica general, que hoy por hoy no terminan aún de reflejar los números, pero que su eventual aparición abrupta supondría la caída del consumo y un riesgo real de cierre de empresas en 2024 con sus consecuencias inmediatas en incrementos del paro y de la morosidad en los diversos países europeos, incluida España.

Para la gran banca española todo ello supondría, en algún momento del próximo año, una menor actividad crediticia y una más que previsible subida de la morosidad, que exigirían tomar medidas, incluso en algunos casos significativas, y en donde la ampliación más allá del 2024 del impuesto extraordinario no ayudaría al mantenimiento de la banca como pieza relevante del puzzle de la economía del país.

Ante este panorama, la gran banca deberá seguir trabajando en la puesta en marcha de modelos de negocio que impulsen su rentabilidad y le permitan estar preparada ante los nuevos retos del sector, particularmente, la entrada de nuevos participantes como ya lo empiezan a hacer las grandes tecnológicas. Estos modelos de negocio se están dibujando alrededor de cuatro ejes: omnicanalidad, digitalización, explotación de datos y la capacidad para la captación/retención del talento.

Sin embargo, la disposición gradual de estos modelos de negocio no será suficiente para la gran banca española y, en este sentido, tendrá que incorporar los elementos que sean necesarios para gestionar lo mejor posible la volatilidad e incertidumbre con la que se vivirá en 2024 y siguientes, al mismo tiempo que imprimir a la organización una capacidad de adaptación rápida para poder así reaccionar a acontecimientos como pandemias, nuevos conflictos bélicos, rapidísimos avances tecnológicos, drásticos cambios políticos,…

Para combatir estos imponderables que podrían suceder, la gran banca española debería trabajar con celeridad en tres frentes. El primero, disponer de equipos y herramientas que ayuden a diseñar escenarios alternativos imaginativos. En segundo lugar, dotar de la agilidad suficiente a sus organizaciones para tomar y ejecutar medidas rápidas que les permitan adaptarse a la crisis, tal como ha hecho, por ejemplo, Google hace relativamente poco tiempo fusionando a sus dos divisiones de IA, o Microsoft disparando su inversión en OpenAI para acelerar la integración de la IA generativa en sus unidades de investigación y desarrollo de sus productos. Y el tercer frente a trabajar por la gran banca española sería el de perfilar y afinar un modelo operativo más flexible que contemple, por ejemplo, la subcontratación de actividades no claves, así como la disposición de redundancias para con algunas fundamentales. Todo ello se complementaría con la disposición de un gabinete de crisis con responsabilidades y papeles bien definidos.

Sin querer ser alarmista, sí nos gustaría levantar una señal de precaución para con los resultados a esperar por la gran banca española en 2024. Un deterioro de la situación económica impulsaría una caída de la actividad crediticia que, unida a la previsible retribución de los depósitos por parte de la gran banca a sus clientes, impactará en su margen de intereses, alcanzando éste valores inferiores a los cosechados en 2022 y en este 2023.  Además, si el desempleo pudiera incrementarse en la segunda mitad del próximo año la capacidad de pago de las familias se vería afectado impactando en la morosidad y, a término, en la necesidad de disparar las provisiones por parte de las entidades financieras. Todo ello haría menguar los resultados de la gran banca en España en 2024 y por ello convendría tener en cuenta el famoso proverbio inglés: «espera lo mejor, pero prepárate para lo peor».

En este sentido, el Banco de España ya alerta de un repunte de los créditos dudosos lo que podría complicarse en este próximo año cuando ya todas las carteras de hipotecas a tipo variable estén revisadas a los tipos de interés vigentes con la consiguiente presión a muchos de sus tenedores. Ello está haciendo que la gran banca española esté ya trabajando su plan de provisiones, si bien con estrategias diferentes por entidad, pero que exigirá también tomar medidas adicionales más estructurales como las apuntadas para poder lidiar con éxito el entorno de incertidumbre y volatilidad en que vivimos y nos enfrentamos en meses venideros.

 

Eva